martes, julio 25, 2006

Dalai Lama en Chile

“Un Bin Lan den, hacen diez Bin Lan Den y diez Bin La den hacen cien más”
Dalai Lama
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El 6 de mayo tuve un ilustre encuentro con uno de los guías espirituales más influyentes del mundo, me refiero nada menos que al Dalai Lama. El mitin tuvo lugar en la recién inaugurada Arena de Santiago donde nos dimos citas alrededor de cinco mil personas, de los cuales una gran porción éramos jóvenes. Tomé apunte de cada frase significativa que pronunció durante la charla “El Poder de la Compasión”, aquí los dejo con lo más importante de esta interesante experiencia.


Para ilustrarnos de mejor forma las dimensiones de nuestra mente la comparó con una cancha de Golf. Esto porque el hombre debe, como en el deporte, golpe a golpe ir buscando el desentierro de su misterio, pues ahí en gran medida descansa la realización personal de cada uno.
El Dalai Lama nos propone que uno de los momentos más felices de nuestra vida es aquel que hemos pasado con nuestras madres, por el único y simple hecho de que ellas fueron las primeras antes que cualquiera en darnos amor. Por esta misma razón si nos enfrentamos a un vaso de leche –ejemplifica – y a un vaso de sangre, nos sentiríamos más afines con el primero. La explicación es sencilla, nuestro inconsciente traza una conexión de la leche con la figura materna.
Para referirse a la familia la coloca en el núcleo central del desarrollo de una persona, sobretodo siendo niño. De ahí adquirirá la paz y el amor, renegando el desinterés y la violencia. Por tanto, es la falta de afecto humano el problema a la causante que desencadena muchos de los males de nuestra sociedad, tales como la delincuencia y la drogadicción.
Un ejemplo que da es a partir de su propia experiencia. Una vez enfermo estaba entre médicos y enfermeras que lo trataban con una perceptible falta de afecto y atención, lo cual lo hizo sentirse un mero experimento. Pero, en cambio, entre sus pares de estudio se fortalecían y se acompañaban con el fin de brindarse apoyo para superar las materias. Nos señala que estas situaciones probablemente vividas por más de alguno nos acompañarán hasta nuestra vejez, donde al igual que un bebé se necesita de los cuidados y el cariño de terceros. En conclusión durante toda nuestra vida requeriremos del constante apoyo del amor y el afecto para sobrevivir.
Un conflicto – sugiere- debe enfrentarse sin olvidar las características que nos distinguen como ser humano, pues así se logrará avanzar hacia la mejor solución. De lo contrario si olvidamos nuestros rasgos esenciales el conflicto se tornará violento y nos alejaremos más de la posible solución. Es así como las principales religiones humanas nos hablan de la Compasión, condición que nos permite enfrentar la vida comprendiéndonos todos entre la diversidad que representamos. Allí se produce un problema con ciertas personas que piensan las cualidades del amor, perdón, compasión, etc. relacionándolas netamente a las religiones, siendo olvidadas por aquellos individuos. Pero – como ya nos dijo- el amor se liga al ser humano desde su nacimiento hasta la muerte. Y por tanto también hay personas que sin ser creyentes son valiosas por sus actos y valores.
De esta forma el Nóbel de la Paz nos hace reflexionar acerca del sufrimiento, que lo vemos como algo abrumador y que nos hace sentir perdidos. Nos dice lo importante de la compasión se refleja en el momento que vemos a otro sufriendo, porque ahí crece en nosotros una fuerza interna de coraje y atención la cual hace que aun sin saber cuanto podemos aportar, ayudemos. De esta manera tendremos la satisfacción de haber practicado la compasión a favor de otro.
Es claro al referirse que al egocentrismo como algo que carece de realismo. El centrarse en uno mismo provoca que al presentarse un problema, por no ser más amplia nuestra visión no podemos ver más allá, veremos magnificado la dimensión de aquel escollo. A diferencia de cuando se es menos egocéntrico, pues por la misma amplitud desarrollada por nuestra apertura y el deje del propio “yo” no nos afectará tanto.
Explica que cuando tenemos menos miedo, nuestra mente se maneja con calma y tranquilidad, crece sana. Pero si nuestra mente se ve envuelta en estados de estupor o disgusto se tomarán decisiones negativas. De esta forma la Compasión nos brindará paz y serenidad mental, que repercutirá en mejores decisiones y además, en una mejoría de los males físicos. Todavía más, lograremos mejorar la armonía familiar, social e internacional que nos rodea.
Enfatiza entonces que para el mundo actual la forma de mejorar es con la constante práctica de la compasión. Así nuestra mente adquirirá hábitos frente a esto y podremos disfrutar cabalmente de una actitud positiva frente a la realidad. Finalmente destaco que al terminar su exposición, en un acto de noble sencillez nos dice simplemente que si en algo le hemos encontrado la razón, tratemos de ponerlo en práctica, pues eso beneficiará a todos.

miércoles, julio 19, 2006

Qué nos queda

“Ésta es la ley de Medellín,
que regirá en adelante al
planeta Tierra. Tomen nota.”

Fernando Vallejo, “La Virgen de los Sicarios”.
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Medellín, Colombia, Latinoamérica. Terrenos de desencanto, violencia y confusión; pobreza, corrupción; política, pobreza. Pan de cada día reflejado en la prosa del escritor Fernando Vallejo, nuestro misántropo personaje-autor. El narrador de una realidad decrépita, donde, tanto ricos y pobres, caen en sus circulares pecados capitales. Los de arriba codiciosos, los de abajo rabiosos, luchándose una culpa de la que ambos son dueños y protagonistas. Como consecuencia, una encantadora violencia, tan cotidiana como Doña Muerte, nuestra sempiterna compañera (amiga).
¿Qué hacen allá arriba para solucionar todo esto? Pues pelearse y robar, genial solución ¿Y allá abajo? Genial también, matar y robar. La solución a esto es, pues ninguna, se complementan en un círculo vicioso de corrupción y sin perdón, donde la ley y la constitución no es nada más que un papel con tinta, la moral un tiro - de un sicario - al aire y la muerte como gobernadora.

Ahora bien, tenemos una sociedad víctima y victimaria de estos grandes estamentos. Lo que radica en una sociedad desvalorizada, perdida, sin altura de mira, donde el escape es el Descanso Eterno y los condenados seguirán viviendo.

Partamos, pues, como la sociedad se ha volcado a un cristianismo-pagano, el cual es la única ancla de salvación existente. Imagínese usted, yendo a la Iglesia, y se encuentra con cientos de jóvenes rezándole a las representaciones católicos, ¿hermoso no? Pero sabe cual es el trasfondo de esta plegaria: primero, los jóvenes son sicarios (el sicario es un asesino a sueldo) pidiéndole a la virgen no errar el próximo tiro asesino, ¿le parece hermoso ahora? Con esto se encantará: las Iglesias los domingos están atiborradas, especialmente atrás, donde un descansador olor se respira y jóvenes felices escuchando, es el olor de la cocaína alumbrando. Aun así, éste es el único elemento que unía al narrador a su Medellín pretérito, la religiosidad. Pues aunque los ruegos varían, los devotos se ciñen de las más antiguas tradiciones religiosas para sus encomiendas.

Sigamos con la gente que vive en las comunas y a ellas mismas. Primero, las comunas, esos barrios violentos, emplazados en las periféricas alturas de Medellín, el denominado Medallo de Vallejo. En estos lugares toman parte las viciosas escenas, que sin duda presentes en el resto de América Latina, ya sea en las fabelas brasileñas, las poblaciones chilenas, en el altiplano boliviano o la sierra peruana. Irónica posición, más cerca del cielo para largo descenso a los infiernos. Es aquí, en el Medallo, donde se crean los famosos Sicarios, fieles representantes de una juventud abandonada y rencorosa, debido a la desesperanza y resentimiento. ¿Y qué es lo que hacen estos famosos Sicarios? Matan. ¿Por encargo de quien? De los narcotraficantes, después… por amor. Y pareciera ser en el nombre de Dios, al parecer el Diablo en persona. Y la culpa no es de ellos, ellos no escogieron matar, a ellos los escogieron para matar, por lo tanto, la culpa es de nadie… perdón, nos gustaría ¡El ganador es – redoble de tambores – la sociedad! ¡Hermosa retroalimentación!

Pasemos ahora a la Prensa. Los heraldos de la muerte y regenerados de esta fulminante maldad. Jugando en un tablero de ajedrez con un brazo que mueve las fichas, llamado opinión pública. Sin duda el rey y la reina son los ricos y el estado; los peones, los iletrados, los ignorantes, los manipulados. Desencantándonos aun más con los múltiples y diarios obituarios, colapsados por Sicarios y Ángeles Exterminadores.

Con aquello último seguimos a nuestro siguiente tema. La regidora de Medellín, la Muerte, tan atareada la pobre. Los Sicarios se han dedicado a hacer un excelente trabajo, ayudando a los narcotraficantes y reduciendo el número de sentenciados, tanto así, que el servicio público no ha dado abasto, ¡Si ni si quiera alcanzan las camas para todos los muertos!
Pero esto por qué. Ya sabemos que la muerte rige Medellín y no la ley; que los Sicarios se encargan de matar, los médicos de curar y las morgues de rebalsar. Pero la verdadera razón de esto es que la muerte se ha vuelto ley. Primero se mataba por encargo, eso está bien. Pero ahora que la gente ya se acostumbró, ahora se sigue haciendo por inercia, por instinto y sobre todo por venganza, si no era por encargo era por venganza. En verdad se mata por todo, porque me caes mal, porque me diste un codazo o me dijiste un garabato e incluso por llevar la radio muy fuerte, por absolutamente todo, nada se escapa. La muerte es la ley absoluta, después de ella no hay nada más. Es la violencia en su forma más pura. Les repito, la dictadora.

Querían quedar impunes, ja, los políticos, cómo se nos iban a escapar. ¿Inocentes? Ni pensarlo, pero tampoco más culpables que los demás. Pues todos viven al límite de su propia culpabilidad. Son un virus que utilizan como medio de reproducción el narcotráfico y la corrupción. Ustedes señores políticos no se hagan los lesos. Les tenemos una buena y una mala noticia. La buena, que de ingenuos no están pecando. La mala, que de todo el resto sí; acuérdense que por esto están siendo condenados pues, si siguen viviendo. Roban al pueblo, engordan sus bolsillos y los botan al terminar (de robar claro), ¿por qué no mejor se dedican a solucionar? Claramente éste no es su propósito, sino hubieran empezado a intentar a hacerlo de buena manera, repito, de BUENA manera.

Pero no todo es perdición en la sociedad, claro que no. Después de todo, la obra de Vallejo no es sólo eso, por lo que ignorar la historia de amor entre Fernando y Alexis sería un crimen. Para el narrador de esta novela, que insistidamente muestra su total desencanto con la realidad actual, la relación con el adolescente sicario, Alexis, es el escape. Un reencuentro con los verdaderos sentimientos de ternura y afecto. Que la relación amorosa tenga carácter de homosexual es irrelevante al trasfondo de la historia, pero sí puede constituir un concepto autobiográfico de su autor. Cada pasaje de la obra que nos relata la pasión con que estos dos seres sumergidos en la más incomoda de las posiciones dentro de una sociedad violenta y descarriada, nos sugiere que todavía hay alguna veta de salvación. Imposible dejar de lado la esperanza, ¿nos quedaría algo sin ella verdaderamente?

Hay que sentenciar todo lo anterior de alguna forma ¿no?, que mejor entonces que dar un giro en ciento ochenta grados. Hablar de la forma del relato y su unión con el fondo, no quedaría mal a esta altura. La vitalidad de la narrativa de Vallejo nos muestra en carne propia con quien verdaderamente nos estamos metiendo. Un célebre latinoamericano que algunos lo catapultan como iniciador de una nueva corriente literaria en el continente. Sus ácidas críticas, su agresivo lenguaje, la emotividad de su relato quedan perfectamente constituidos en su manera de escribir, pues el lector puede sentirse consumido por la historia, o bien, ofuscado por su crítica. Carece de puntos apartes, pero abunda la coma y el punto final, esto sin duda da un aspecto de que estuviera sentando en nuestro living contándonos el viaje a su tierra natal. Su garabateado vocabulario nos refleja la violencia de nuestra propia lengua y sus reflexiones que aparecen en los momentos menos indicados manifiestan la fugacidad de la vida que estamos condenados a llevar. Cuando nos logra convencer de todo esto, viene el remesón, ya anticipado por el inesperado final de la historia de amor: Parte tratándote de parcero (compadre) y luego se despide rápidamente, dejando en evidencia que no estaba conversándote en el living, sino en la calle o en el autobús donde se encontraron.

En fin, tras todo el garabateo, qué nos queda. Hemos denotado el carácter deprimente quizás sin vuelta atrás de una sociedad. De una sociedad ladrona, asesina, amoral, perdida, ida… realmente, qué nos queda…
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Este ensayo fue escrito en conjunto por Cristobal Loyola, Matías Callejas y quien les escribe con motivo de un concurso literario realizado el año pasado. En el certamen obtuvimos una destacable participación, aún cuando pensábamos que nos podría haber ido mejor.