viernes, diciembre 29, 2006

La Originalidad.

"yo levanto mi copa
por ese día que no llega nunca
pero que es lo único
de lo que realmente disponemos"
Parra, Nicanor


Para retomar mis reflexiones vía blog he decidido hacerlo mediante una breve y personal reflexión de lo que ensayamos con el calificativo de Originalidad. Como bien decía Carla Cordua actualmente la incesante innovación, la exigencia de competitividad, el afán de lucro personal han dado determinado un fenómeno social que tiene como síntoma la búsqueda frenética de dicha cualidad. Desde esta perspectiva hay una motivación exacerbada por hallar lo que rompe el canon existente, se busca con furia y con más pesadumbre que placer el goce de un artefacto – ya sea artístico u otro- que sea mediáticamente insólito. Así hemos podido ser testigos de realizaciones carentes de sentido, que caen en lo vulgar y chabacano. Ésa frenesís no ha permitido incorporar con materia sustancial y perfeccionada nuevos asuntos dignos de ser halagados, sino se ha repetido una y otra vez la estructuración en vano con dosis potentes de inconformismo.

La Originalidad como tal se debe percibir con una dicotomía entre la fuerza del pasado y la intrepidez de los nuevos tiempos. Por lo mismo recuerdo unas palabras de la folclorista Margot Loyola frente a la pregunta de Warnken. “A las nuevas tonadas chilenas les falta aprender de su pasado, sólo así comprenderán cómo trabajar en nuevos proyectos”. El guión singular, de aquel autor magistral, ya sea en prosa o verso, en óleo o acuarela, en orquesta o tonada, debe requerir de una profunda valoración de su pasado, debe construirse de la fibra de él, cada minúscula esencia debe constituir un todo pretérito que al verse combinado con sus demás partes den en la obra final con la innovación y el deslumbramiento.

Parra fue motivo de aquello, su poesía más que irreverente al lado de Casanueva, de Prado, de Castro, de D’Halmar exponía sustancialmente lo mismo sólo que en nuevas estructuras. La valoración temática era la misma al centrarse en el hombre y su entorno como fuente primordial de inspiración, pero los elogios están haber recurrido a nuevos recursos para dar otras perspectivas. Así modernizó la disposición de la forma y del lenguaje cotidiano, pero sin perder la solemnidad del discurso de la primera fase del siglo XX.

Para quienes buscan la reinterpretación, el canon inexistente aún, la crítica mordaz de lo incuestionable, la redistribución de los parámetros, deben tener claro –según mi modesta opinión- las palabras de uno de los padres de la Química moderna: “En el universo nada se crea ni se destruye tan sólo se transforma”.