viernes, noviembre 25, 2005

El Llamado De Un Angel

"La muerte para los jóvenes es naufragio y para los viejos es llegar a puerto"
Baltasar Gracián



Eran cerca de las doce y la niña lloraba entre la turbulenta tos que azotaba a cada instante. La neumonía se había manifestado mortalmente, luchaba enfurecida con su organismo que daba pleito encarnecido por mantener la luz de vida en aquella jovencita de diez años. Sus ojos estaban rojos e hinchados, lagrimeando piadosamente por algún instante de paz. Sentía frío y calor entre las vértebras, la transpiración la remecía dentro de las sabanas húmedas. El dolor era insoportable, su pecho inflamado y su garganta yacía casi destruida por el cruel roce que se producía en cada estremecimiento.
La luna se asomaba por la ventana, la cual estaba abierta para ventilar toda la desesperación que se paseaba sonámbula entre el silencio de una vida temprana en su ocaso. El aire era tóxico, se podía sentir su olor a muerte, cuando todavía no llegaba. Era un presagio de lo que debía acontecer, la ineludible sentencia de un destino injusto que condenaba a una niña que aun no comenzaba su camino. La luna alumbraba y con ello pavimentaba un camino ciego a los hombres terrenales y sin bondad, era una senda donde la invisibilidad la hacía verse frágil y tentativa. El viento callaba todo y hacía sentir más fuerte cada grito de dolor proferido por la joven. Ensordecía el alma, permitiendo escuchar tan sólo una sinfonía cruel y melancólica, sonaban los latidos del corazón, la respiración forzada, el carraspeo de una voz débil y quebrantada.
La madre angustiada, corría de lado a lado, intentaba bajar la fiebre que ya había alcanzado una temperatura que sólo descendería una vez terminada esta pesadilla. La señora intentaba mostrarse fuerte y esperanzada frente a su hija, intención casi imposible en ese momento. Tan rápido como se había manifestado la enfermedad, se estaba muriendo. Todo se hacía ver gris, lo único que escapaba de este panorama sombrío era el albirojo en el rostro de la muchacha. Todo parecía irse tácita y ahogadamente, no había mucho más que hacer. Sólo quedaba retractarse a lo inevitable, o bien, construir un puente de esperanzas llenas de fuerza y entereza, pero que pronto sucumbirían hasta el fondo de la soledad.
Entre los gritos desesperados y la angustia de la madre, se había aparecido él, entero de blanco. Su rostro no reflejaba nada, sólo paciencia y tranquilidad. Miraba la escena sentado en un sofá negro en la esquina del dormitorio. La niña lo observaba sin sorprenderse, como entendiendo quien era y por qué se presentaba. Mientras tanto, su madre corría y no reparaba en la presencia de aquel ser. En definitiva no lo veía. La niña se había calmado y no lloraba como antes. Trató de estirar su mano para juntarla con la de aquel hombre pero todo fue interrumpido abruptamente al cruzarse la mujer. Ya no estaba sentado, sino apoyado en el umbral de la puerta. Siempre con el mismo rostro, la misma expresión. Repentinamente, la jovencita que hasta el momento no había podido expresar nada tan claramente, fue capaz de de decir un rotundo y entregado “llévame”. A lo cual su madre se detuvo, la miró y se le acercó. Le pidió disculpas y le suplicó que luchara. Rogaba que no se rindiese, que todo debía pasar tan rápido como había llegado. Tenían que ser felices juntas, no podría vivir así. Su hija la miraba más serena que nunca, le trataba de sonreír pero todo era infructuoso para calmar el espanto que reconocía tener.
Desde lejos irrumpió por la ventana el sonido de una ambulancia que se acercaba aceleradamente por entre las calles. Era angustioso escuchar su sirena, pues traía el sonido de la muerte, el silencio y la estridencia de lo que nunca hemos querido asumir que llegará. Junto con este mensaje también venían las últimas esperanzas, dolorosas por cierto, pero que existían aunque sólo para prolongar algo que no perduraría. El hombre que había sido testigo de todo, sin más manifestaciones que una corta sonrisa para la niña comenzó a caminar por la alcoba, en silencio pero decido a realizar la tarea que se le había encomendado. La joven poco a poco empezaba a entender lo que sucedía. El misterio que el hombre traía era algo que no estaba claro aún, pero sabía que faltaba poco para poder descubrirlo. Mientras más cercano estaba él, la niña podía sentir menos dolor, menos miedo, en fin, menos angustia a lo que se avecinaba.
Todo estaba listo, los paramédicos estaban estacionando el carro frente a la casa, la mujer lloraba aferrada a la mano de su hija, el hombre estaba sentando al otro lado de la cama y había puesto su mano sobre la muchacha esperando una respuesta de ella. En ese momento la niña posó su mano sobre la de aquel hombre y pudo sentir una fuerza que venía de otros confines, irreconocible a todo lo humano y terrenal. Vio una luz blanca alumbrar la habitación y con ello sintió elevarse livianamente, ya no existía dolor ni desesperación, aunque su madre lloraba sobre su cuerpo inerte.
La niña estaba junto al hombre en un rincón junto a una estantería. Ambos estaban parados y de la mano. El hombre le entregó una foto donde salían madre e hijas juntas y le pidió que la conservara. Veían la llegada tardía de los paramédicos y sus esfuerzos por volverle el alma al cuerpo de la niña, lo cual ya era imposible.
La jovencita miró a este misterioso hombre y le pregunto con voz inocente y dubitativa - ¿Eres Dios?-.
El hombre se alegró y respondió complacido – No, no soy Dios. Pero de parte de él vengo y ya lo conocerás -.
Quedó tranquila con esa respuesta, pero necesitaba saber algo más, algo único que estorbaba en ese momento de calma donde había quedado atrás todo sufrimiento-¿Algún día lo entenderá mamá?-.
La miró y le dijo confiado - Algún día lo entenderá. Debes estar tranquila por eso, tomará tiempo pero lo comprenderá. Ahora debemos marcharnos, pues hay cosas que irás aprendiendo sola-.
De esta manera, sin apuro y sin prisa, dejaron lo que esa noche se había vivido. Habría tiempo necesario, aunque pareciese difícil, cada ser encontraría una explicación a todo.



=Miguelius=

2 Comentarios:

Blogger MyM dijo...

dios va a mandar al infierno a muchos de lxs hueonxs que creen en él.

C. Bertoni

El minimalismo Miguel, el minimalismo!!!

12:38 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Hola Miguel:

Muy bueno tu blog, se nota mucho trabajo y veo que eres muy prolífico. Además noto que eres prolijo en tus escritos, lo cual es fundamental; ya lo decía Thomas Mann: "Todo aquello que es verdaderamente entretenido, ha sido meticulosamente elaborado".

Como viste en la revista El Sábado, yo soy ingeniero de profesión, pero desde hace cinco años me dedico por completo a la literatura. Te agradezco mucho tus buenos comentarios, me imagino que mucha gente leyó el artículo y en realidad me dejaban re-bien parado.

Te cuento que pertenezco a IBBY, que es la principal asociación de literatura infantil, avalada por UNESCO y UNICEF. De hecho estoy terminando el blog para la sección chilena, que pretende ser un repositorio de una enormidad de artículos interesantes sobre fomento del placer de la lectura, autores clásicos y contemporáneos, etc., todos escritos por los integrantes de este grupo. Por supuesto les comentaré sobre tu blog.

Ojalá que te haya gustado mi sitio web www.habiaotravez.com

Mucho éxito y estamos en contacto,

Mauricio

PD: A propósito del comentario anterior, creo funamental tener siempre en cuenta el concepto minimalista, no olvidar a Mies Van der Rohe, "menos es más", etc., pero tampoco hay que dejar de lado el placer barroco de los detalles, Marcel Proust, James Joyce, Cervantes, todos embriagados por las palabras.

8:20 p. m.  

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