miércoles, noviembre 16, 2005

Mi Amigo, Mi Pena y Mi Chile

"La prueba suprema de virtud consiste en poseer un poder ilimitado sin abusar de él"
Thomas Macaulay


Les tengo que contar lo que me pasó el fin de semana pasado, es más que una anécdota, fue una casualidad que me hizo abrir los ojos de par en par. Sentí lo subvalorado que tenía a mi país y, más aun, a los políticos que en él gobiernan. Tomé conciencia del verdadero trabajo que realizan y sus tan mal ponderadas “campañas”. Lo que les voy a relatar a continuación deben meditarlo y hacer un Mea Culpa (al más puro estilo Cheyre), esto porque nos hemos dedicado a hablar contra todos quienes realizan una labor solidaria y de bien común para cada persona de nuestra delgada y larga franja de tierra llamada Chile.
El sábado me tocó la preciada tarea de ir a recoger a un amigo al aeropuerto, él es un tanto ingenuo, tímido, pero muy observador. De los pocos comentarios que hace, todos son verdaderamente acertados. Su personalidad se puede definir como la mezcla exagerada del turista japonés curioso y el recatado europeo sensible. Que les precise esto no es insignificante, ya sabrán ustedes por qué.
Felizmente no tuve contratiempos y todo salió a la perfección. Cuando nos dirigíamos por la nueva Costanera (elegí esta ruta para mostrarle un ejemplo de los avances grandiosos que ha tenido la ciudad de Santiago en estos años) íbamos conversando de cómo marchaban las cosas en su país. No se quejaba, eso me lo dejó claro. Al cabo de un rato, como es debido, tuvimos que salir de la autopista y dirigirnos hacia Providencia, venía con unas ganas increíbles de pasar a comer en algún lado. Manejé mi auto como de costumbre, mientras le sugería un lugar típico chileno, que se encontraba en pleno centro de la capital.
Mientras manejaba, repentinamente me empezó a dominar una idea terrorífica, algo se me había venido a la cabeza, de lo cual no me percaté antes. Estaba cometiendo un gran error, estaba siendo injusto con mi Chile y con su gente también. Esta sensación me inundó persistentemente, empecé a sudar y todo me parecía vergonzoso. Para llegar a nuestro destino debíamos cruzar el punto más polarizado políticamente de nuestra nación, donde los candidatos se miran de reojo y con suspicacia. El preciso lugar donde las brigadas de cada comando se pugnan en batallas intensas por ganar un pedazo ínfimo de territorio. Estaba recordando Plaza Italia. La podía ver desde lejos, poco a poco se acercaba, busqué lugares para meterme y evitar pasar por ella, pero fue imposible. Mi amigo callado, sólo observaba lo que para mí era una gran vergüenza. Fuimos sondeando su rotonda, mientras mi conciencia me regañaba, pude escuchar el reproche de cada chileno, la culpa me inundó todo, sentí merecer el peor castigo de todos.
Logré pasar, ya estábamos en plena Alameda, pero mi pesar no quedaba atrás, me seguía penosamente, había mostrado la peor imagen de mi país, eso era imperdonable, ya no vendría ningún viajero, la industria del turismo caería estrepitosamente, todo por mi torpe acción.
Íbamos pasando frente al Diego Portales, yo calladamente frente al volante, cuando mi amigo me dice con su acento extranjero –Deberías estar orgulloso de tu país-.
Extrañado ante tal revelación le pregunté por qué.
Me dijo sin dejar de mirar por la ventan del auto – A Chile no le basta con tener los mejores vinos, siempre quieren más para entregarle al mundo. Ya veo el por qué de querer llevarme a comer al centro. Sentías el deber de hacerme pasar por aquella hermosa plaza, adornada por el nostálgico río Mapocho y por un hombre sobre su caballo en el centro. Pero sin duda esos no son los mayores atractivos que tiene, sino son todos aquellos carteles ¡Que gente más buena hay en tu país! Esos señores y señoras, que ponen sus rostros tan solidariamente y se atreven a reclamar por más trabajo, menos delincuencia, menos discriminación, más oportunidades. Que maravilloso que hayan tantas personas preocupada, supongo yo que ellos pagan esos carteles y si no es así, qué más da. En mi país sólo ves señales de tránsito, acá no, la gente se atreve a proponer un mundo mejor, mejores condiciones para todos, no lo había visto nunca. No se contentan con colocar un tímido letrero, ponen muchos, y de gran tamaño. Lo que es mejor aun, no es ni una ni dos personas, sino varias. ¡Mira ahí! va otro montón de anuncios con mensajes positivos. Deberías estar orgulloso. Apenas retorne a mi tierra les contaré de lo que fui testigo, no lo podrán creer-.
No supe que responder, me quedé callado y manejé sintiéndome más culpable que nunca.

2 Comentarios:

Blogger MyM dijo...

Quizás la reacción de tu amigo es producto de la inocencia misma. Es evidente que la primera impresión que causan todas las pancartas con llamados a combatir la delincuencia, reducir el desempleo, mejorar la salud y laaaargos etecéteras, no es otra que la de fascinación. Cómo no asombrarse de ese 'esfuerzo, esa muestra de vitalidad y espíritu, de vocación por el servicio público'. Es el efecto inevitable de la propaganda.

Un mea culpa por la casi nula confianza en los políticos (en general) es cuestionable. Lo que hay en las campañas es marketing de alto nivel (the best money can buy), más que una propuesta o un compromiso por dar vías para ir a una solución de los problemas del país. O sea, si somos sinceros, todos los slogans son atractivos: 'Se puede''Estoy contigo''Soplan nuevos vientos''Alas para todos'. Somos la tierra del optimismo (desenfrenado).

Hay que exigir a los políticos. Pedir que hagan las cosas y no felicitarlos por cumplir. Y si no pasa nada, autogestionar. En verdad hay mucho que no es muy agradable en la política chilena. Pero por lo menos, hay de todo.

De algo que sirva...

Saludos

2:07 p. m.  
Blogger Unknown dijo...

JAJAJAJA

genial. me dió mucha risa. GRACIAS.

7:15 p. m.  

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