Reflexiones Post-Bélicas acerca un Héroe
Vi la película de Clint Eastwood La Conquista del Honor y recién terminé de ver Iluminados por el Fuego del director Tristán Bauer. La primera se basa en la batalla librada por soldados estadounidenses en la isla Iwo Jima, mientras que la segunda en la desastrosa guerra de las Malvinas. Ambos son relatos construidos a partir de aquella fibra que incomoda a la sociedad de la cual pertenecen los veteranos. Nos recuerdan la levedad de nuestras propias vidas y lo trascendente que pueden ser las derrotas. La tierra de nadie que habitan estos individuos. Retoman los prejuicios y los zambullen en mil y un dilemas, en la incontrarrestable interrogación que se haría cada combatiente: ¿por qué me convidaron a ser héroe?
No soy un pacifista activo que promulga contra la guerra: eso se puede hacer cuando se han vencido los propios demonios internos y cualquier indicio de violencia. He admirado gestas militares que me parecen tan llenas de valor como los mismos relatos de Homero, reconozco la defensa propia como un mecanismo que cualquier pueblo puede usar cuando ve afectada su propia autodeterminación. Pero, cuán caro sale esto. Me pregunto, ¿vale la pena?
El tipo que se enfrenta a una realidad tal, que se ve solo frente a una tonelada de pólvora dispuesta a desintegrarlo ¿podrá llamarse a si mismo héroe? Lo cierto que cuando se pisa el campo de batalla y luego debe regresar a casa, se lleva con sus pertrechos el recuerdo de la balacera atroz mientras un compañero le imploraba con un suplicio infernal que lo socorriesen. Ahí, sólo en aquel instante, ése que lo carcomerá día tras día, podrá apenas conjeturar si fue un héroe, si fue capaz de servirle al camarada de armas, al hombre que se atrincheró con él en la humedad del barro. Ellos no se han sentido unos héroes, tampoco disfrutaron cuando se les llamó por sendo calificativo. El peso de los recuerdos no podía estar sobre una etiqueta ficticia que seguía llevándose a sus hombres aun después de la guerra. Esto se hacía más intenso cuando la torpeza humana intensificaba la crueldad y uno, que lo ve tan lejano se da cuenta que eran chiquillos al igual que tú.
Así comienzas a derramarte por dentro, a entender sus rostros, su caminar torpe entre el lodo, con sus caras manchadas y sus ojos desmoralizados y una derrota que ya ni importa cuando la experiencia sufrida se sobrepone al olvido y se incrusta tal como una sanguijuela en la piel que desprende toda tu vida anterior.
Es la maldad de una creación humana, de una maquina hecha por sobre sus límites. La guerra no mata tanto cuando se vive, sino después, cuando ya se ha vivido. Las preguntas que asaltan son muchas y las respuesta que pueden darse muy escasas. A final de cuentas, no queda mucho más que sus madres recibiéndolos, honrando lo que pretendieron ser y sin entender mucho. Es un veneno entre quienes no lo han vivido, que lo sienten una especie de boy scout que puede relatarte las historias más inverosímiles de la guerra y le siguen exigiendo memoria. Retorna una y otra vez a desentrañar el humo que emergía del pasto húmedo, los cuerpos ya no tienen rostro, no tienen forma. Son como los metales de las armas: un par de elementos sustituibles que indistinta sea su realidad están depositados al olvido como el resto.
El héroe no emerge de un campo de batalla, ni siquiera exista tal vez. No me imagino la debilidad de quien pueda llamarse a si mismo de tal manera luego de verse en un campo de muerte, donde quedaron sepultadas sus inocencias y donde descansan sus peores maldades. El hombre de la guerra queda endemoniado de alguna forma, si no es por la propia violencia será por aquella que vivió en carne propia.
Entonces, deberá volver a su vida y unos recuerdos emergerán de su propia experiencia, pero no importará mucho porque al final todo es parte de esa inconfortable realidad que las sociedades prefieren callar.
Entonces, deberá volver a su vida y unos recuerdos emergerán de su propia experiencia, pero no importará mucho porque al final todo es parte de esa inconfortable realidad que las sociedades prefieren callar.
3 Comentarios:
¿Cuántos muertos tiene que tener uno encima para ser otra persona?
Valdría la pena preguntarse cuántos muertos estamos dispuestos a ponernos encima para defender lo que pensamos y cómo vivimos.
Saludos estimado
Simplemente un saludo. Hací mucho tiempo que no te leía...
Miguelius! Excelente tu post!
Dime: Conquista del Honor es Flags of our fathers?
Es que no sé los nombres en castellano!
Un abrazo, realmente buenísimo tu artículo!
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