viernes, febrero 09, 2007

Reflexiones Post-Antológicas

Ya es consabida la instancia que promueve el período estival para retomar una buena lectura; nos propicia de días libres, calma y largos momentos de ocio. Las lecturas pueden ser variadas: abundarán los best seller –entiéndase no sólo en la extensión peyorativa, sino también en aquel pequeño esfuerzo del autor que es retribuido de buena forma por el mercado-. El Fantasista e Inés de Alma Mía serán los representantes nacionales, por los latinoamericanos Vargas Llosa llevará la batuta con sus Travesuras de la Niña Mala y desde más lejos llegará El Inocente, Harry Potter, todo lo que suene a Pamuk y cómo no, El Código de Da Vinci. Lecturas buenas o malas, no lo sé, pero al fin y al cabo lecturas.

Lo que respecta a mí, diré que me lancé por un camino más intrincado del cual pude salir a paso cojo y con ciertas dosis de paranoia. Cierto es que la poesía en sí ya constituye un género oblicuo y desproporcionado, el más de todos. No tiene la linealidad de la novela ni la iconografía del teatro y menos una síntesis reflexiva de argumentos claros como el género ensayístico. Serio esto de meterse en poesía durante el verano y peor aún cuando se pisa el palito: poesía chilena contemporánea. Reconozco que fue un acto de arrogancia cultural, pero también una invitación innegable de mi profesor, una enorme muralla que puso él y que si finalmente la traspasé fue dejando un enorme hoyo en su centro.

Me sirvió, es cierto, pero al aguante de una pesada mochila. Finalmente pude hacer discriminación entre los que me fueron atrayentes y aquellos que pretenderé no retomarlos hasta pasado algún largo tiempo. Esto no por una simple regalía de lector, sino literalmente porque no los comprendí. Su búsqueda, muy legítima, me llevó no por el goce que se espera de la lectura de un buen poema, sino por la resignación de quien no entiende ni la cuarta parte de lo que acaba de leer. Corroboré además, que mis dudas son las mismas que inquietan o inquietaban a muchos poetas: lo cerrado del círculo que sólo se permite escribir para ellos mismos, la disyuntiva entre expresarse y ser entendido, los cánones a seguir, poesía y mercado, la continuidad del género, etc. Que esta discusión sea actual o no, dependerá justamente de la capacidad que tengamos de entenderlos a ellos y a quienes los influyeron, sólo así podremos generar un debate amplio en torno a qué queremos ver en la poesía y no limitarnos a debatir respecto a quién será en última instancia el que se quede con los manuscritos de Gabriela Mistral.

Mención aparte merece la panorámica que no se debe soslayar respecto a como se encumbran en sitiales inalcanzables algunos autores, mientras otros mueren en el más amplio de los abandonos. Neruda, Mistral, Parra, Huidobro, De Rokha son los pequeños mundos y bajo ellos se sitúan todos los demás. Les pesó eventualmente - con menos dificultad a los más actuales- esa carga de prestigio y lectores que poco se interesaban por transarlos. Aunque debo ser franco: están por sobre el resto y eso es así. Neruda es una eminencia en la expresión latinoamericana, Parra se hace cargo de abofetear a cada uno de los tontos solemnes, Mistral debe conocerse más allá de sus cantos infantiles y se entenderá el universo maternal que proponía, Huidobro es vanguardia y aquello sirve para sucumbir a gran parte de los que intentaron hacer avanzada por aquellos años y De Rokha es poesía de Chile en lo más extenso de su creación.

La antología que me hundió en el ribeteado mundo de la lírica nacional del siglo XX además contaba con una seria de ensayos, los cuales me sirvieron como una especie de limpia parabrisa para despejar esta intensa lluvia de metáforas y subjetividades. Desde la Mistral proponiendo que el pecado original no es más que “nuestra caída en la expresión racional y antiarrítmica”, hasta una entrevista de Benedetti a Parra comentando la candidatura de Neruda a la presidencia de Chile, todo aquello sirvió para esclarecer el panorama de la poesía chilena. Con este ejercicio, que por cierto tiene mucho de doble filo ya que tendemos también a alejar a los más novatos en el tema, nos vamos dando perspectivas. Empezamos a entender por qué la violencia entre los círculos literarios, la razón de su enmarañada poesía, el ego del artista y cuánto tabú exista dentro de los mismo genios creadores.

Si de algo sirve propondré mis gustos para cerrar esta edición bloguera – palabra de moda-.
Leed ante todo lo más general de los “grandes”, de ahí sácale jugo a Dublé Urrutia, Pezoa Véliz, Jobet, Rivera, Lihn –olvídenlo en prosa-, Valdés y Tellier. Sigan luego con lo más selecto de Prado, Valle, Arteche, Rubio, Castro, Barquero y Hahn. De ahí, cuando hayan leído mucha prosa acerca de la poesía y sean eruditos, o bien, si les causan algo el resto, léanlos. Yo al menos, con no mucha experiencia pero con más que varios no me atraje. De otros será pega darles un sitial en sus preferencias o explicarme a mí como disfrutarlos.

3 Comentarios:

Blogger MyM dijo...

Sólo puedo decir que no considero totalmente necesario el volverse erudito en teoría literaria y en interpretación para poder leer poesía. Claro es que uno en cierta medida adquiere costumbre y gusto (y necesidad en algunos casos) por la poesía. Porque la poesía no deja de ser una forma de Arte, y por ende apunta a provocarnos algo, a remecer nuestra conciencia de alguna manera.

Me parecería poco útil el que uno tuviera que instruirse en teoría del Arte antes de ver un Miró o un Matta o un Magritte. A veces Miguel no se trata de la interpretación y de las lecturas sino simplemente de la expectación, de una cosa que es mucho más contemplativa que nada. Lo que en el fondo no invalida que uno haga lecturas de cosas y quiera apropiarse de una manera particular de lo que lee, pero sólo digo que no es necesario...

Saludillos
M&M

7:10 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Quizás vivir en la ignoracia es la mejor de las inocencias. No soy experta en nada en mi vida, ni quisiera serlo, para saborear mi pequeña sabiduría que llevo acuestas en una mochila, una mochila cargada de variedad, de dramaturgia de nuestro querido Ramon Griffero, o quizás de la música como Victor Jara, Violeta Parra, el Mismo Arrau en lo clásico, el Rock de los Tres.
Que dificil resulta a veces explicarnos si somos capaces de entender a nuestros poetas, más cuando los eruditos los leen, y quizás se jactan de poder comprender aquellas puras palabras ordenadas al antojo de Huidobro o de Neruda. No somos expertos en tendencias pictóricas, ni en la vida misma. Pero ¿Por qué debemos tratar de comprender todo, y no leer quizás por que un par de versos te hielan la sangre, o por que uno ama la locura de Dalí, o la demencia de nuestros propios pensamientos que a veces se desenredan en los ocios artísticos que inventamos?


Saludos, Diana

12:01 p. m.  
Blogger Silvia dijo...

Yo no creo que haya que ser erudito para entender la poesía; la poesía te llega o no te llega. La poesía es arte y como tal tiene seguidores y detractores.
Sí coincido contigo en que hay algunos autores que no entiendo. Pero me encanta Neruda, Benedetti, Machado, Hierro, Lorca...
Saludos

12:24 a. m.  

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